Qué ver

Santiago de Compostela es una ciudad monumental. Su casco histórico es uno de los mejor conservados de Europa, hecho reconocido en la declaración de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985, que consiguió por su belleza, integridad monumental y significado espiritual.

En muchas de sus rúas (calles, en gallego) aún se percibe el eco medieval. Un plan de ordenación estricto ha garantizado la supervivencia de su estructura urbanística casi originaria y de las edificaciones, tanto las señoriales como las más humildes. Se conservan también algunos tramos con soportales, los que sobrevivieron a los edictos municipales ordenando su derribo para evitar la propagación de los incendios. La práctica totalidad del casco antiguo está pavimentado con grandes losas de piedra granítica que proporcionan la sensación de regresar atrás en la historia. Un paseo nocturno bajo la luz de las múltiples farolas de forja que iluminan la zona, transportan fácilmente al visitante a la época dorada de las peregrinaciones, a las procesiones eclesiásticas, las luchas burguesas contra el Cabildo catedralicio o la algarabía de los estudiantes de su Universidad, fundada como Estudio de Gramática en 1495.

Si se dispone de varios días, en Santiago se puede recorrer íntegra la historia del arte, desde los petroglifos prehistóricos conservados en los alrededores hasta los restos del castillo medieval más grande de Galicia, A Rocha Forte,  la Cidade da Cultura de Galicia, de Peter Eisenman o las intervenciones de Álvaro de Siza. En medio, siglos de construcciones pétreas de todos los estilos y épocas, promovidos por arzobispos y reyes que deseaban dejar su impronta en la ciudad.

El arzobispo Gelmírez y el Maestro Mateo fueron los artífices de una de las más bellas obras del románico en Europa, el Pórtico de la Gloria, verdadero libro abierto para los peregrinos medievales que aún hoy mantiene su magia y misterio.

Tras ellos, Fernando de Casas Novoa, autor de la fachada barroca de la Catedral;  Enrique Egas, que materializó el plateresco del antiguo Hospital Real, hoy Hostal de los Reyes Católicos; el arzobispo Fonseca, que mandó construir el Estudio Viejo para estudiantes pobres y cuya portada abre hoy el Colegio de San Xerome, sede del Rectorado de la Universidad compostelana; y el arzobispo Rajoy Losada, que encargó el Pazo de Raxoi al ingeniero francés  Carlos Lemaur y Burriel, convirtieron el Obradoiro en una de las plazas más bellas del mundo. Los poderes eclesiástico, político, universitario y hospitalario convivieron en esa plaza durante varios siglos. Hoy solo falta el hospitalario, tras la reconversión en hotel del Hospital Real, mandado construir por Isabel la Católica para la acogida de peregrinos. En el costado norte de la Catedral, otra obra emblemática, el románico Pazo de Xelmírez, da más valor, si cabe, a la plaza.

Recomendaciones en Santiago

La Catedral.

Imprescindible el Pórtico de la Gloria (actualmente en restauración), el abrazo al Apóstol Santiago, visita al Sepulcro y la representación de Santiago Matamoros en su caballo blanco (ahora cubierto con flores en su parte inferior). Merece la pena la visita a las Cubiertas, con panorámicas extraordinaria de los tejados de la Catedral y la ciudad; y al Museo, que guarda, entre otros tesoros, el Gallardete de la nao capitana de la Batalla de Lepanto, donado por Don Juan de Austria.

No se permite ya el acceso al Santo dos Croques (el Maestro Mateo, contra cuya cabeza se golpeaban los estudiantes para adquirir sabiduría) ni al Parteluz (donde se ve claramente la huella de una mano tras siglos de apoyarse allí los peregrinos para orar). Difícil pero no imposible es ver el vuelo del Botafumeiro, incensario gigante utilizado para purificar el aire de la Catedral cuando en ella dormían y permanecían cientos de peregrinos llegados a la ciudad.

Las rúas.

En los alrededores de la Catedral, las rúas Nova y del Villar, sede hoy de numerosas instituciones y antes lugar de residencia de la burguesía y clero compostelanos. Mantienen tramos con soportales, algunos de ellos de corte medieval. Otras calles que merece la pena recorrer son la rúa do Franco (así denominada por los franceses), tradicional calle de los vinos; el Preguntoiro y las dos Algalias, calles paralelas que llevaban al límite de las murallas de la ciudad. En la Algalia de Abaixo se conserva la que está considerada como casa más antigua de Santiago (nº29). En la de arriba, el torreón medieval de Don Pedro y, hacia San Miguel dos Agros, la Casa Gótica.

Plaza de A Quintana.

Es la segunda por superficie del casco antiguo compostelano, tras la del Obradoiro. Está marcada por ser el espacio hacia la que se abre la Puerta Santa y por el gran muro del Monasterio de San Paio de Antealtares.  La parte baja era el antiguo cementerio de la Catedral, de donde viene la diferenciación de la Quintana de Mortos (muertos), la zona inferior; y Quintana de Vivos, la superior. Sobre el muro de San Paio una inscripción recuerda al Batallón Literario en recuerdo de los universitarios que en 1808 lucharon contra las tropas de Napoleón.

Colegiata de Santa Mª la Real de Sar.

En extramuros, a unos 15 minutos caminando del centro histórico. Del s.XII, construida a orillas del río Sar, destaca por los robustos arbotantes de su exterior, construidos en el s.XVII para evitar el derrumbe de los muros. Su interior es muy conocido por la sorprendente inclinación de las columnas hacia las naves laterales.

Mercado de Abastos.

Muy famoso por su extensión y colorido. Una vuelta por su entorno garantiza poder ver toda clase de productos frescos del mar y la tierra, así como otros manufacturados como los quesos o repostería tradicional. Es habitual ver a las mujeres de explotaciones agrarias de los alrededores vendiendo los productos de la huerta. En el extremo contrario del Mercado se divisa la iglesia románica de San Fiz de Solovio, directamente relacionada con la más antigua historia de Compostela, ya que aquí estaba el pequeño templo en el que predicaba Pelayo, el ermitaño que en el año 813 redescubre los restos del Apóstol Santiago tras siglos de oscuridad.

Parque de A Alameda.

Tiene su origen en el siglo XVI, en terrenos cedidos por los Condes de Altamira. Desde el s.XIX es el lugar de recreo de la ciudad, con 56.000 m². Tiene dos de las mejores vistas de la ciudad, la Catedral desde el Paseo da Ferradura y el Mirador sobre el Campus Sur. Vale la pena pararse en el quiosco de la música y el banco acústico. A la entrada por Porta Faxeira está la famosa estatua de Las Dos Marías, la más fotografiada de Santiago, en recuerdo de dos mujeres reales muy conocidas en la ciudad. En la Alameda se puede disfrutar de fuentes, paseos, edificios de traza modernista, escalinatas y bancos de granito con respaldos de forja. También de más de 50 especies distintas, entre ellas el abeto del Cáucaso, castaño de Indias, camelios, cedros del Himalaya, ciprés de Lawson, acebo, enebro, arce, magnolio y falso plátano.

Parque de Bonaval.

Tiene su acceso por un pasadizo entre el Centro Galego de Arte Contemporánea y el Museo do Pobo Galego. Con una extensión de 37.000 m², el Parque de Bonaval fue rehabilitado en 1994 como zona verde urbana por el arquitecto Álvaro Siza y la paisajista Isabel Aguirre. En el conjunto destaca la escultura de Chillida A Porta da Música, y la tranquilidad de un parque poco transitado. El parque se sitúa en el barrio de San Pedro, muy próximo a la entrada en la ciudad del Camino de Santiago. Se ubica sobre la antigua huerta y el cementerio del convento de San Domingos de Bonaval. La peculiaridad es que se muestra como ejemplo de adaptación del medio natural a la historia del lugar. Su organización respeta la antigua disposición de los dominicos, que dividían este terreno en huerta, carballeira (robledal) y cementerio. El agua tiene un protagonismo especial, con múltiples fuentes, canales y aljibes a lo largo del recorrido.